(Español) Espacios seguros: Problematizando las políticas proteccionistas en nuestros círculos más cercanos

(Español) El siguiente texto es un abstracto de uno de los encuentros del programa “Torcer la lengua punitivista”, en donde se analizó y problematizó colectivamente el antipunitivismo a partir de contextos, experiencias y voces activas desde la complejidad geopolítica dela justicia desde el sur global.La séptima sesión “Espacios seguros, |Problematizando las políticas proteccionistas en nuestros círculos más cercanos|”, detonó las ideas de diversas participantes, las cuales están recopiladas a continuación. 

Esta sesión comenzó con la historia del surgimiento de Manicagadas, colectivo integrado por Cata y Chavela, quienes comentaron que todo comenzó con un deseo de crear espacios de discusión, de escucha y habla, con mucha paciencia, y con conversaciones incómodas de vez en cuando, pero siempre con las siguientes preguntas en mente: ¿qué es un espacio seguro?, ¿cómo podemos definir un espacio seguro?, ¿por qué es importante, o por qué no es importante un espacio seguro?,  ¿cómo podrían ser espacios seguros en el futuro?.

Chavela opina “Yo como una persona antipunitiva no creo que un espacio seguro exista, especialmente en Medellín, porque está completamente permeada por la violencia, no sólo en la ciudad, no sólo en situaciones callejeras. Y ese tipo de violencia se ha involucrado mucho en nuestras relaciones íntimas y en la forma en la que nos relacionamos como personas, como amigxs, como conocidxs. Siento que en Medellín tenemos una incapacidad muy tremenda de darnos cuenta de este tipo de violencias. […] Yo entiendo este deseo de tener espacios seguros, porque hay una necesidad de lugares donde no somos violentadxs como mujeres, como personas no binaries, como maricas. Hay un deseo, una necesidad y una esperanza de que estos espacios sucedan, pero creo que eso no es una realidad porque es imposible asegurar un espacio seguro siendo una organizadora de un evento, por ejemplo”.

Cata y Chavela tienen ciertas “reglas o un set de éticas para manejar el espacio”, pero resaltan lo difícil que es esperar que todas las personas alrededor tengan las mismas sensibilidades de uno, “especialmente en eventos, fiestas, ferias, cuando unx no está en control de las otras personas alrededor. Es muy difícil asegurarse que va a ser un espacio seguro”.

Pero entonces todo esto ¿qué significa?, ¿un espacio seguro significa que no hay hombres? ¿Un espacio seguro significa estar policiando los cuerpos de otras personas?, ¿un espacio seguro significa que no hay drogas ni alcohol? No podemos decir simplemente si eliminamos drogas de nuestro parche va a ser un espacio seguro, si eliminamos hombres de nuestro parche, va a ser un espacio seguro, ¿eso qué tipo de sentido tiene?.

Chavela reconoce algo fundamental para la sesión, comenta que al organizar sus ideas como feministas antipunitivas, piensan: “¿estamos tratando a las personas alrededor de nosotras como ex-presos?, ¿estamos tratando a las personas alrededor de nosotros como sospechosos? O sea, ¿qué tipo de criterio estamos teniendo?, ¿qué pasa si esas personas tienen un pasado oscuro?, ¿yo quien soy, y qué tipo de autoridad tengo para estar juzgando, como si fuera un tombo, o como si fuera un jurado, quién es merecedor de acceder a espacios y quiénes no?”

En la conversación también aparecen escenarios en los que se ponen algunas anécdotas personales sobre la mesa, una en particular de un hombre que iba a ser parte de un evento de Manicagdas y que fue fundado por violencia sexual antes del evento, ante esto, una de la organizadoras se pregunta : “¿Si esta persona va a la cárcel durante equis número de años va a ser bueno y va a ser parte de la sociedad otra vez?, ¿quién está rigiendo eso?, ¿qué tipo de sentido tiene? O quién se está inventando los resultados a unos protocolos tan arbitrarios. Cuando son cosas que son tan poco oficiales. O sea, que es una funa por Instagram, por ejemplo, que es lo que nos pasa a muchas de nosotras. ¿Qué tipo de autoridad hay de por medio y por qué tiene que haberla?, ¿por qué tiene que haber una autoridad de por medio que está diciendo si haces eso vas a ser aceptada de otra vez?”  fue aquí cuando apareció un concepto clave en la conversación en relación a lo que cada unx determina como voluntad de decisión. “Uno tiene que preocuparse de sus cosas, desde la autonomía. […] La autonomía para mí es pensar mis problemas, conversarlos con mis amigas, tener interacciones donde no sea mi propio cerebro el que le está dando vuelta y buscar formas de exteriorizar esos líos que tengo conmigo, y siento que esa necesidad de espacios seguros es responsabilizar a otra persona por la autonomía que uno debería estar teniendo. […] Y creo que es un ejercicio colectivo. Pero es como cuando yo, y las otras personas alrededor de mí, aprendemos a ser autónomos, aprendemos a hacer comunidades más fuertes.”

“[…] Desde mis perspectivas feministas, yo entiendo que el mundo es un lugar machista y horrible y pesado que nos violenta constantemente, no estoy diciendo que no, pero si vivimos dentro de ese sistema cagadísimo, esto es un sistema muy pelle, tenemos que encontrar formas de sobrevivir y no solo sobrevivir, sino florecer dentro de este sistema, y creo que responsabilizarse por cuidarse a una misma y por ende, poder cuidar a otras personas, es un una solución para eso. […] ¿Yo por qué estoy responsabilizando a este mismo Estado de garantizar un bienestar emocional, qué eso es una mierda?, yo prefiero desde la autonomía estar intentando, aunque no lo pueda lograr siempre y espero que algún día el mundo o las comunidades que tengo a mi alrededor cambien lo suficiente para que yo no tenga que estar exigiendo espacios seguros que no existen, para que yo pueda crear mis propios espacios y saber qué hacer en caso de que algo malo suceda”.

En este momento de la charla, Chavela reflexiona sobre la ineficacia del enfoque punitivista para abordar problemas de violencia en espacios sociales y feministas, y crítica la tendencia de resolver conflictos sólo con medidas punitivas como expulsiones o denuncias legales, sin abordar las causas subyacentes ni ofrecer recursos para la transformación personal y comunitaria. Destaca la necesidad de crear espacios verdaderamente seguros que no se limiten a la exclusión o segregación, sino que incluyan la diversidad de identidades y experiencias. Además, cuestiona cómo la sospecha constante hacia los demás en estos espacios puede minar la confianza y la construcción de verdaderas comunidades.

En este momento de la conversación, se une Dahlia de la Cerda, una escritora mexicana e integrante de una colectiva feminista, quien comparte sus reflexiones sobre los espacios seguros desde su experiencia personal y profesional. Al unirse al feminismo, Dahlia esperaba encontrar un refugio libre de violencia y conflictos, solo para descubrir que estos espacios no están exentos de violencias, incluidas agresiones verbales y difamación. A pesar de las ideologías feministas proclamadas, muchos espacios carecen de herramientas efectivas para manejar conflictos de manera ética y no violenta. Es por eso que ante las decepciones continuas en espacios feministas, Dahlia optó por crear su colectiva con personas afines, compartiendo principios antipunitivos, antirracistas y transincluyentes. Antes de dejar su participación, Dahlia invita a la reflexión sobre nuestras experiencias con los espacios que se supone deben ser seguros, cuestionando qué entendemos por seguridad y cómo podemos gestionar mejor los conflictos dentro de estos contextos.

“Es crucial reconocer y nombrar la transfobia cuando la experimentamos, incluso si proviene de lugares que esperaríamos que sean inclusivos”, comenta Maya, quien subraya la importancia de los espacios de afinidad genuina, donde las personas compartan visiones y valores comunes, así como identidades similares, sin negar la posibilidad de conflictos. Estos espacios no están exentos de desafíos, pero deberían ser lugares donde puedas sentirte auténticamente visto y respetado.

Ante esto, Dahlia comenta “Lo idóneo sería encontrar espacios libres de violencia pero eso es complicado. Entonces buscar espacios de afinidad y tener en cuenta que siempre va a haber conflicto en estos espacios de afinidad y aprender a diferenciar cuando el conflicto sí se va a poder resolver con herramientas no punitivas, desde los afectos, desde las prácticas colectivas, a cuando es mejor abandonar esos espacios”.

Al cierre de conversación, un comentario apunta algo muy importante que recoge algunas ideas dichas por las participantes: “Tenemos que dejar de idealizar los espacios seguros y empezar a construir espacios de otro tipo, desde la afinidad, que estén preparados para el conflicto. Espacios donde sepamos gestionar la violencia y el conflicto y trabajar en nuestro autocuidado, aplicar la ética del cuidado pero empezando por dotarnos de las herramientas para cuidarme. Porque si yo no tengo herramientas para cuidarme, no voy a poder cuidar de otras personas, ni hacer cuidados colectivos desde prácticas que no sean policiales ni punitivas, porque al final estas prácticas solo son proteccionismo y no son cuidados. También exigir que nos cuiden, pero tampoco desde el punitivismo, sino desde algo que apueste a una sanación colectiva”.

Con estas ideas cerramos este encuentro en espera de que provoquen algún tipo de reflexiones sobre los trabajos seguros.